él.

Las fronteras políticas nacieron de una evolución histórica y étnica respetable, de un largo esfuerzo de unificación nacional. No es cuestión de borrarlas.
En otras épocas se las desplazaba a través de violentas conquistas o a través de fructíferos matrimonios. Hoy será suficiente con devaluarlas.
Nuestras fronteras dentro de Europa tendrán que ser cada vez menos una barrera en el intercambio de ideas, personas y bienes.

No se trata de fusionar Estados. Nuestros Estados europeos son una realidad histórica; psicológicamente sería imposible hacerlos desaparecer. Su diversidad es incluso muy afortunada y no queremos ni nivelarlos ni igualarlos.

Pero es necesaria una unión, una cohesión, una coordinación... Desde el punto de vista político un entendimiento duradero, orgánico, instituido entre los distintos países debe permitir la pacificación de una Europa dividida.

"Las duras lecciones de la historia han enseñado al hombre fronterizo que soy a desconfiar de las improvisaciones precipitadas, de los proyectos demasiado ambiciosos, pero también me han enseñado que cuando un juicio objetivo, largamente madurado, basado en la realidad de los hechos y en el interés superior de los hombres, nos conduce a iniciativas nuevas, incluso revolucionarias, aun en el caso de que choquen con costumbres establecidas, con antagonismos seculares y rutinas antiguas, es importante mantenernos con fuerza y perseverar.

Cada uno debe estar profundamente convencido de que nos necesitamos unos a otros, sin distinción por el rango ni por el poder de que disponemos.
Nuestros propios medios ya no están a la altura de nuestras necesidades.
Es una verdad amarga pero no tenemos el derecho de disimularla. No es ninguna humillación reconocer este cambio de situación.
Negarse a admitirlo sería la señal de un orgullo peligrosamente fuera de lugar.
El aislamiento no solamente se ha convertido en causa de debilidad, sino de decadencia"


Schuman. Por Europa.

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