"Mientras Freud exponía sus argumentos, yo sentí una extraordinaria
sensación. Me pareció como si mi diafragma fuera de hierro y se pusiera
incandescente —una cavidad diafragmática incandescente. Y en este
instante sonó un crujido tal en la biblioteca, que se hallaba
inmediatamente junto a nosotros, que los dos nos asustamos. Creímos que
el armario caía sobre nosotros. Tan fuerte fue el crujido. Le dije a
Freud: «Esto ha sido un fenómeno de exteriorización de los denominados
catalíticos». «¡Bah —dijo él—, esto sí que es un absurdo!». «Pues no»,
le respondí, «se equivoca usted, señor profesor. Y para probar que llevo
razón le predigo ahora que volverá inmediatamente a oírse otro
crujido». Y, efectivamente: ¡apenas había pronunciado estas palabras se
oyó el mismo crujido en la biblioteca! Freud me miró horrorizado."
Un hombre que no haya pasado por el infierno de sus pasiones no las
habrá dominado todavía. Las pasiones se encuentran entonces en la casa
contigua y, sin que él lo advierta, puede surgir una llama y pasar a su
propia casa. En cuanto uno se abandona demasiado, se posterga o casi se
olvida, existe la posibilidad y el peligro de que lo abandonado o
pospuesto vuelva con redoblada fuerza.
No hay comentarios:
Publicar un comentario