Una vida al igual que una ciudad y una secuencia, tiene música.
La mía suena como algo así.

¿Ves esos árboles, ese agua, ese verde, ese cielo, ese hombre?

Me parezco bastante a este hombre, en el momento en que está de pie, sonriendo.
Curiosamente yo estuve ahí mismo sentada, sonriendo. Recuerdo ese momento perfectamente.
El aire incluso, el calor, y la sensación. Creo que lloré de felicidad.
Estaba sola y pensé en lo importante que era en ese momento el Quién, y no el Dónde.

Podría haber estado en ese mismo lugar en cualquier otro momento y en cualquier otra vida. Pero fue el Quién, lo que convirtió ese momento.
Podría haber existido el Dónde sin el Quién. Pero entonces no hubiese sido nunca el momento en que supe apreciarlo todo casi con magia. Suena raro, quizás.
Pero es la importancia de que ese Dónde está ahí; pero el Dónde de mi momento, solo existió conmigo y con el Quién.

No hacía falta que el Quién estuviese de cuerpo presente. Hizo falta que apareciese en mi vida para cambiar muchos momentos que vendrían después de él. De este modo, se cambiaron muchas cosas. Aprendí que el Dónde cambia, y que el Quién debe viajar a mi lado.

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