Nos recuerda que estamos en movimiento

El circo de Alexander Calder me hace sonreír.




Creó nada menos que 55 actores, cada uno de ellos con la posibilidad de movimiento. Había payasos, trapecistas que volaban, caballos que sabían galopar, equilibristas que se subían al monociclo, perros que saltaban, un elefante que echaba agua por la boca, domadores, levantadores de pesas, leones y canguros.

El circo llegó a tener tanto éxito, que su dueño comenzó a viajar a otras ciudades para hacer presentaciones. En cinco maletas transportaba ese mundo prodigioso que se desplegaba como un micromundo ante los ojos de los curiosos.

Periódicamente el escultor abría la pista de su Cirque Calder, que fue degustado por artistas e intelectuales desde su estreno en París en 1926 (Jean Cocteau, Fernand Léger, Piet Mondrian, y Joan Miró fueron algunos de los adeptos), y prácticamente no dejó de hacerlo a ambos lados del atlántico hasta su muerte en 1976.

Era como un niño.

No hay comentarios:

Publicar un comentario