Me mordió el cuello de un modo bestia y sin preguntar.
Apretó sus dientes contra mi nuca. Y respiró.

Sentí como su aliento desaparecía por mi cuello.
Entonces sentí como su mano tocaba el hueso que sale de mi cadera.
Despacio, con los dedos. Jugaba con esa curva e iba de arriba a abajo, y yo todavía sentía el dolor en mi cuello...

Pero no podía hablar. Me quede paralizada.
Esperando a que fuese ese punto entre lo fuerte y el despacio. A que no abriese la boca, no estropease ese momento.

Y no lo hizo, solo sonríe cuando me ve y ni siquiera dice: Hola.
Se limita a sonreír mientras me siento ante el café del mediodía. Y entonces me mira con sus profundos ojos negros, y sigue sonriendo.
Entonces no puedo disimular y me acabo riendo también.
Solo cuando sonrío, decide hablar.

Sigo sintiendo ese dolor en la nuca.




















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