Björk, el agua y yo.

Me gustaría saber cual es el truco para tener un corazón frío.
Para poder pasar por una librería sin entrar, y para poder pasar por este mundo sin sentir nada.
Me gustaría no tener corazón y ser una puta, una zorra, una retrasada mental con perlas en las orejas y gastar todo el dinero que cago en jilipoyeces. No sentir nada por las personas y poder mandar a la mierda al primer jilipoyas que se cruce en mi camino.

Desgraciadamente, soy Amanda, y mi visión de la vida es demasiado peculiar.
He entrado a un bar y estaba Björk.
Mirándome. Me decía tantas cosas.
He entrado en casa con mil ideas en esta cabeza.
Pero solo tengo ganas de meterme en la bañera y ahogarme.
Me he bebido dos cervezas sola viendo la tele.
Y por un momento he pensado que me convertiría en una alcohólica loca, que pasaría toda su vida igual que ahora.
He puesto a Björk por eso de que ayer me acompañó un buen rato de mi noche.
Y quise escribir y solo me salían estas jilipoyeces.
Me he reído de mi misma, y he sabido entonces que no encontraré jamás a alguien como yo.
Porque definitivamente no estoy bien de la cabeza.
He llenado la bañera, he soltado medio bote de champú. Todo se ha llenado de espuma.
Me desnudé. Puse el Hyperballad en todas sus versiones.
Y quise hacerme el amor a mí misma.

Metí los pies y sentí el agua. La inmersión en el agua. Meterse en el agua es algo demasiado sexual. A veces el placer que proporciona supera al acto sexual, a veces un intercambio estúpido de cariño.
El agua acaricia todo mi cuerpo como ningún ser humano podrá hacerlo nunca.
Me acoge, me envuelve, me tranquiliza.
La balancea, juega conmigo. Me recorre.
El agua se desliza entre mis piernas. Viene y va.
Los pies. Me gusta ponerme el chorro de la ducha debajo de mi oreja, y sentir como el agua va desde la curva de mi cuello hasta los pies...

Y Björk de fondo y nada mejor en mi vida que este momento. Mío y de nadie más.
Y la canción no deja de sonar, ya es la séptima vez que suena. Y a mí no me molesta lo repetitivo.

No quisiera ser mala persona, no quisiera ser sucia, ni escribir ahora lo que siento.
Porque podría estar escupiendo mierda dos semanas.
No me sale nada de dentro. Solo el Hyperballad.

Ojalá pudiese ser una más, de tantas.
No sentir nada. Ponerme un vestido corto, meter a un tío en cama y poder comerle la boca sin ningún remordimiento. Despedirme de él al día siguiente y no volver a pensar en nada más. Ser capaz de mentir a los ojos. Inventarme mi propia vida, y enseñar a las personas algo que no soy, así jamás podrían hacerme daño.

El caso es que yo creía en las personas, muchísimo.
Creía en el arte de vivir. En los pequeños detalles.
Ahora no creo en nada más que en estas cuatro paredes y mi rincón peculiar del mundo.
Creo en mi estantería. Y las personas, las personas no valen nada.

Siempre fuí de las que creía en las cosas que hacen las personas, de las que no escuchaba las palabras y se dejaba guiar por la estela de cosas que iba haciendo un ser humano.
Pues por fin he aprendido la lección más importante de mi vida, y me la ha contado Björk.

Jamás volveré a creer en nadie. Y si alguien que lea esto, tiene a alguien en quién crea ciegamente. Que se abrace a él fuerte y no lo suelte jamás.
Yo de momento creo en el agua de mi bañera, en mi spotify, y en mi estantería.

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