Hablemos de espacios, recorridos y rarezas.



Hoy ha sido El Día. De esos que nunca vas a olvidar.
Conocer sola una ciudad es una de las mejores experiencias que estoy viviendo.
Hoy me he levantado resaca en cabeza, y he decidido conocerme más a mí misma.


He encontrado luz, he encontrado espacio. He encontrado tanto que dar, tanto que ver, tanto que vivir, tanto que hablar, tanto que reír, tanto con lo que poder sorprender. Tanto por lo que seguir, tanto por lo que no renunciar.
He encontrado trozos de mí por todas partes.
Hubiese comentado cada rincón y cada esquina, cada pared, cada cuadro, cada cristal, cada árbol. Hubiese sonreído.
Hubiese encontrado millones de rincones.



Soy así. Luz y espacio. No hay más.
Todos de los que me conocen saben de lo que hablo.
Soy transparente, se puede ver a través de mí. Se me ve de lejos y se sabe a dónde voy, de donde vengo y dónde acabaré. Se puede ver cada pliegue y cada curva de mí. Cada esquina.
Hay tanto espacio que llenar, tanto...
Hay tanta luz dentro, tanta....

Hoy he llorado viendo esculturas de bronce preciosas. He llorado como una niña viéndolas y me he escondido en una esquina para que nadie pudiese verme.
He llorado en la Potsdamer también, viendo como la luz entraba por todas partes.
Estoy llorando ahora, en un Starbucks lleno de gente en plena FriederichstraBe.
No sé porque Dios o quién quiera que fuese el que me puso en este planeta, haya querido que sea así. Tan de esta tan manera. Con una coraza que ves desde lo alto y piensas infranqueable, y una vez estás a ras de suelo ves todo el contenido de un lado a otro de la sala. Las puertas siempre están abiertas. Lo que puedes ver desde fuera es tán solo una parte. Una vez entras en el espacio de luz y desciendes las escaleras descubres otro mundo, otra parte de mí.
Que sala tras sala, día tras día, vas conociendo un poco más.


Después me he sentado a mirar al cielo, y ha pasado un ángel. Me ha tocado con Sebastien Tellier.
Me duelen los pies de tanto andar y el corazón y el alma de tanto sentir.






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